Excelentísimo Doctor:
Hoy quiero responder a su carta, la cual sentí vacía y carente de argumentos de fondo. Le respondo no con títulos, sino con la decencia inquebrantable de un soldado colombiano. Un soldado que quizá no tuvo la oportunidad de cruzar las puertas de una universidad, pero que fue criado por un padre y una madre campesinos, analfabetas en letras pero sabios en la vida, quienes me enseñaron que la educación no reside en los diplomas colgados en la pared, sino en la humildad, en la decencia y en el respeto sagrado por los demás.
Al leer su misiva, noto que su reclamo se centra únicamente en mi opinión sobre un saludo militar, ignorando el trasfondo real del debate y la controversia que esto generó. Como buen político y abogado, se limita a defender un eslogan de campaña, mencionando someramente propuestas para los reservistas. Pero permítame decirle, Doctor, que mi reclamo hoy no es por un protocolo; es por la DIGNIDAD, el HONOR y el RESPETO del Veterano de la Fuerza Pública.
Mi voz no es solo mía. Se alza hoy para expresar un sentimiento colectivo que retumba en cada rincón donde vive un hombre o una mujer que portó el uniforme con orgullo. Nos sentimos utilizados, abandonados y sin voz. Hoy grito por la memoria de los más de 18.000 héroes que no regresaron a casa. Grito por mis hermanos, veteranos de guerra, víctimas de las minas antipersonal; jóvenes que entregaron sus piernas y sus ojos por ustedes, y que hoy viven un auténtico viacrucis: sin vivienda digna, mendigando un servicio de salud precario que no sana las heridas de la guerra, y excluidos de oportunidades laborales. ¿Es ese el pago de la Patria a quien le entregó su juventud y su integridad?
Usted planteó en uno de sus discursos incorporar a reservistas y veteranos para cuidar presos en las cárceles que promete construir. Con todo respeto, ¿no cree que eso es humillante para un veterano que ha pasado más de 20 años en las selvas de Colombia, con el fusil al hombro y el equipo a la espalda? Usted se llama patriota y dice conocer el sacrificio militar, pero parece ignorar lo que significa dejar a la familia, internarse en la manigua y no ver crecer a los hijos. Después de colgar el uniforme, buscamos superarnos, estudiar, buscar un futuro lejos de las armas. Queremos paz, no volver a prestar guardia en un entorno carcelario. En la Reserva Activa hay gente preparada, con capacidades, dignidad y honor, no solo mano de obra para la vigilancia.
A través de mi video expresé mi sentir. El día que me puse el uniforme y serví a mi país, estaba convencido de que mi sacrificio defendía la libertad. Sin embargo, al emitir una opinión, solo he recibido insultos y amenazas por parte de seguidores de su campaña. Me han tratado como el peor delincuente, tildándome de «guerrillero». Y eso, Doctor, me duele en el alma.
¿Guerrillero yo? Yo, que fui desplazado por la guerrilla junto a mi familia cuando solo tenía 12 años.
¿Guerrillero yo? Que ingresé al ejército a los 18 años y serví a mi bandera por más de dos décadas.
¿Guerrillero yo? A quien la guerrilla le arrebató a su hermano menor de tan solo 14 años, asesinado en las selvas del Caquetá.
¿Guerrillero yo? A quien los sicarios le silenciaron a su segundo hermano.
¿Guerrillero yo? Que perdí a mi tercer hermano, a mi madre y a mi padre en medio de esta violencia absurda.
¿Guerrillero yo? Que en el 2009 fui víctima de un atentado en Ipiales, Nariño, y quedé botado, herido en la selva por más de 12 horas.
¿Guerrillero yo? Que después de servir, ni siquiera he podido regresar a mi pueblo por las amenazas y he tenido que esconderme como si debiera algo, cuando lo entregué todo.
Doctor, ¿usted cree que con gritos y plomo vamos a resolver los problemas de Colombia? Yo soy un soldado y, en medio de mi ignorancia académica, estoy convencido de que el primer paso es el diálogo y el respeto por la diferencia. Colombia lleva cinco décadas sumergida en un conflicto despiadado que ha acabado con los sueños de millones. Es un país con heridas profundas, polarizado entre izquierdas y derechas. Ustedes, los líderes políticos, son quienes deben dar ejemplo a los jóvenes, no incitar al odio.
Yo serví a este país orando todos los días por la paz. Mi sacrificio y el de mis compañeros fue para ver una nación diferente. Sueño con ver a mi país en paz antes de morir. ¿Qué país le vamos a dejar a nuestros hijos? ¿El mismo sumergido en odio, o vamos a trabajar para construir algo diferente?
Excelentísimo Doctor, lo invito a dejarnos de cartas distantes. Lo invito a sentarnos, a tomarnos un tinto y comernos un delicioso ajiaco santafereño; a hablar como colombianos, porque tengo muchas preguntas que hacerle. Solo espero que lea esta misiva y les pida a sus seguidores que cesen los insultos y las amenazas. Yo no tengo problema con debatir, siempre que sea con argumentos y respeto.
Si Dios le da la fuerza, la sabiduría y la salud para llegar a ser presidente, deseo de corazón que nos demuestre que realmente es ese patriota que dice ser. Que se ponga la camiseta para trabajar por nuestros soldados abandonados, desprotegidos y olvidados por un país que parece haber perdido la memoria.
Atentamente,
Sargento Héctor G Bernal
Veterano de la Fuerza Pública
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